La semana pasada leíamos un artículo relacionado con la relación de las empresas con las personas trabajadoras y su gestión de la privacidad.
Es un viejo debate que se suele abrir cuando aparece alguna sentencia "impactante" relacionada con los derechos de los datos personales. ¿A quién pertenecen? ¿De quién son los datos que compartes cuando estás trabajando? ¿Todas las conversaciones en el trabajo deben ser públicas? ¿Quién pone la línea entre lo público o privado? ¿Durante la jornada laboral no podemos tener vida privada? ¿De dónde nace esta desconfianza hacia los y las trabajadoras? ¿Existen suficientes casos como para convertir en normativa lo que aparentemente resulta residual?
El control que se propone desde Estrasburgo responde a muchos intereses que básicamente se pueden resumir en
Lo que está claro es que siempre salen perjudicadas las personas que intentan vivir con absoluta normalidad su propia privacidad y cotidianidad. Estrasburgo una vez mas, parece estar lejos del día a día de las personas imponiendo normativas y decisiones que solamente favorecen a las empresas y escenarios de poder.
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Es un viejo debate que se suele abrir cuando aparece alguna sentencia "impactante" relacionada con los derechos de los datos personales. ¿A quién pertenecen? ¿De quién son los datos que compartes cuando estás trabajando? ¿Todas las conversaciones en el trabajo deben ser públicas? ¿Quién pone la línea entre lo público o privado? ¿Durante la jornada laboral no podemos tener vida privada? ¿De dónde nace esta desconfianza hacia los y las trabajadoras? ¿Existen suficientes casos como para convertir en normativa lo que aparentemente resulta residual?
El control que se propone desde Estrasburgo responde a muchos intereses que básicamente se pueden resumir en
- Imposición de los lobbies, que buscan controlar al máximo lo que hacen las personas trabajadoras en sus jornadas.
- El control de datos, gustos, acciones y decisiones que toman las personas. El uso de estos datos y la venta de los mismos es el nuevo "oro" en el mundo capitalista. El mercadeo existente no hace más que llenar los bolsillos de las grandes empresas que poseen la mayoría de estos datos. Datos = Dinero
- No existe una legislación definida, clara y compartida que ayude a las empresas a posicionarse de manera objetiva respecto a los mensajes privados de sus trabajadores y trabajadoras.
- El concepto de privacidad es ambiguo, es laxo y es interpretable. Según el interés, el posicionamiento será hacia un lado o hacia el otro. Esta interpretación hace de este tema algo tan jugoso.
Lo que está claro es que siempre salen perjudicadas las personas que intentan vivir con absoluta normalidad su propia privacidad y cotidianidad. Estrasburgo una vez mas, parece estar lejos del día a día de las personas imponiendo normativas y decisiones que solamente favorecen a las empresas y escenarios de poder.
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Esta reflexión parte de un artículo leído en Cadena Ser http://cadenaser.com/ser/2016/01/13/tribunales/1452692735_781703.html